«… el principal de la sinagoga enojado de que Jesús hubiese sanado en el día de reposo…» Lucas 13, 10-17
El pueblo con el que convivía Jesús, al igual que otros pueblos en distintos tiempos y espacios, tenían un sistema de creencias que regulaba la convivencia. En ese sistema de creencias la ley ocupaba un lugar sumamente importante o central, dado que se la relacionaba con la voluntad de Dios mismo: si la ley lo dice, entonces Dios lo dice. En este sistema de creencias hay un grupo de personas autorizadas a interpretarlas y a exigir su cumplimiento, y una comunidad que sostiene en sus lugares a los que cumplen ese rol y a los otros roles en la población. De esta manera estaba regulada la convivencia y se hacía conocer lo que cada uno podía o no hacer, y entre las cosas que eran sabidas por todos, era que el día sábado debía dedicarse al reposo, es decir evitar cualquier tipo de trabajo. Esto en la meticulosidad de la interpretación de la ley llevaba a ciertos problemas, porque el trabajo está relacionado con cualquier acción que realice el ser humano, en la que involucre tiempo, acción sobre algo y como efecto adviene una modificación en la persona que realiza la acción y sobre el objeto actuado. Desatar al buey y llevarlo a beber (Lc 13, 15), es un ejemplo de trabajo, de modo que el exagerado deseo de cumplir la ley en su máximo alcance cae en algo imposible de realizar, y por lo tanto de exigir que se realice, y esto genera cierta alarma sobre el sistema de creencias que regula toda la convivencia. ; No puede cumplirse un poco de la ley, y otro poco no; o a veces cumplirla y a veces no, o algunos cumplirla y otros no. La ley es igual para todos/as, y desde la condición humana no hay nadie que pueda cumplirla en plenitud. El que cree poder cumplir la ley, es el que se pondrá en el lugar de exigencia a los demás para su cumplimiento; es lo que hace el principal de la sinagoga (Lc 13,14), y lo que hace Jesús es recordarle por un lado que no puede cumplir la ley en su plenitud, por lo tanto tampoco exigirle a otro que la cumpla; y por otro lado deja entrever que la utilidad que se puede hacer de la misma debe estar dedicada a los propósitos de Dios, es decir la salvación. Si la ley dice que se respete el día de reposo, y no es posible cumplir plenamente esa ley, ¿cómo hac er para poder cumplir la voluntad de Dios?
Sin dudas el sistema de creencias comienza a tener modificaciones con la presencia de Cristo en medio de la convivencia. Si Jesús es el Hijo del mismísimo Dios, y es lo que confesamos desde nuestra fe cristiana, lo que Jesús dice, entonces Dios lo dice. Y el relato de hoy nos permite reflexionar sobre la nueva dimensión que toma -en el sistema de creencias que tiene el pueblo- la ley. Cristo le da esa nueva dimensión, donde no solo cumple la función de un ente regulador o dador de límites en la convivencia, sino que también puede ser una herramienta por medio de la cual se realiza la voluntad de Dios. La voluntad de Dios no se restringe a poner límites en lo que el ser humano debe o no hacer, sino que tiene el propósito de facilitar la intención de procurar la salvación (salud-libertad). Jesús dice a la mujer: ‘eres libre de tu enfermedad’ (Lc 13, 12), y lo hace en el día de reposo en la sinagoga; lo dispuesto por la ley era el reposo para ese día, y la mujer por eso estaba en la sinagoga, y por eso Jesús se encontró con ella, y allí Jesús hace actuar la voluntad de Dios: Liberarla de su enfermedad. Esto lleva a un reacomodamiento en el sistema de creencias, por lo tanto un reacomodamiento de lo que la comunidad sostiene desde sus creencias. El rol ‘encorvado’ de la mujer enferma era sostenido por la c omunidad, una comunidad que vela por el cuidado de su sistema de creencias que en definitiva le transmite seguridad. Jesús no solo está entrando en disenso con el principal de la sinagoga, está generando una alarma en la población porque aquello que les transmitía cierta seguridad es replanteado con una nueva dimensión del uso de la ley. Población que puede comenzar a ver que es posible un sistema de creencias diferente, que regule la convivencia reconociendo la posibilidad de superar los estados de enfermedad y cautividad, que las más de las veces son sostenidos por un sistema que no contempla el propósito de Dios.
Que nuestro buen Dios siga interviniendo en nuestras realidades y creencias con la presencia de Cristo, para que tengamos la oportunidad de superar aquellas situaciones que nos aprisionan y enferman.
Fabián Paré.
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